Sandokan, una figura estelar de la lucha libre panameña

Por Nicolás Espinosa Serrano


La lucha libre panameña fue una de las actividades más populares que tuvo nuestro país en las décadas de los 70 y 80, equiparada solo al entusiasmo que vivieron otras en esos tiempos, como el baloncesto y el boxeo. 

No importaba la arena, coliseo o gimnasio donde realizaran una función, porque la respuesta de los fanáticos era igual de entusiasta, tanto si se trataba de una cartelera con luchadores foráneos o solo de locales.  

Por el lado de los panameños, actuaron El Ídolo, Chamaco Castro, Cronox II, Lugo Márquez, Ventarrón, Fiera Norteña, Joe Panther, Ricardo Díaz, Sandokan, Olímpico, El Emperador, Indio Guerrero, Iberkun y Sergio Gálvez. 

Mientras que, por los foráneos, estuvieron: El Santo, Rayo de Jalisco, Huracán Ramírez, Ray Mendoza, Aníbal, Blue Demon, René Guajardo, los Hermanos Muerte, Ángel Blanco, Dr. Wagner, Septiembre Negro y Mil Máscaras, de México. 

Asimismo, Rayo Chapín, Máscara Roja y El Cirujano, de Guatemala. 

La llegada de los embajadores del pancracio supuso mejorar la calidad de la lucha istmeña, ya que sus exponentes supieron aprovechar la oportunidad y captar al máximo sus enseñanzas. 

En esa línea, es justo decir que los mexicanos fueron los que más aportaron, aunque también pusieron su cuota los que llegaron de España, Japón, Guatemala y Perú, entre otros. 

Dos de los mejores exponentes locales fueron Sandokan y Ricardo Díaz, hacen remembranza de una época, en que el público vibraba con sus triunfos. 

Talento y compromiso 

Ambos llegaron ‘picados’ por la espectacularidad del deporte y las actuaciones cinematográficas de los mexicanos El Santo y Blue Demon, dos de las más grandes figuras del pancracio. 

Díaz llegó a un local que estaba ubicado por el cementerio Amador, y Sandokan a un gimnasio en el sector de Barraza, ambos en la capital. 

Hoy, con 76 años a cuesta, recuerdan el compromiso y la preparación que tenían, preocupados por demostrar que eran algo más que un “show o saltos acrobáticos”, como aducían algunos. 

“Había que entrenar duro, pero éramos birriosos, porque en ese tiempo queríamos compararnos a los mexicanos, que eran muy buenos”, señaló Díaz. 

“Una vez me rompieron una tabla en la espalda y en otra ocasión, me pegaron con una tabla que tenía un clavo, que se me enterró en el brazo”, recordó. 

“Nosotros teníamos tantas condiciones que después de luchar y de recibir tantos golpes, nos íbamos a comer. Ya después, tomábamos algo para los golpes”, expresó Osvaldo Espinosa, ayer conocido como Sandokan. 

Actualmente, ambos entrenan a luchadores, peloteros, atletas y particulares, en un local dentro de las instalaciones del gimnasio ‘Yuyín’ Luzcando, de Bethania, donde tienen más de 50 años de hacerlo. 

Sandokan, un rey hindú 

Sandokan fue una de las primerísimas figuras y, para algunos, su más grande exponente, no solo por su calidad técnica y acrobática, sino por el calibre de los oponentes a quienes enfrentó y les ganó. 

Sin embargo, él no lo considera así. Siente que “fue bueno”, pero con la misma calidad que tuvieron decenas de sus colegas. 

Sus inicios se dieron en un gimnasio de la calle 14 de Barraza, donde a pocas semanas de su debut, escogió el nombre de una lista que le presentaron. 

“Escogí el de Sandokan y después averigüé que había sido un rey hindú, que luchaba por su pueblo”, dijo. 

En realidad, Sandokan era un personaje ficticio del escritor italiano Emilio Salgari (1862-1911), inspirado en la figura del aventurero español Carlos Cuarteroni.

Oriundo de El Chorrillo, desarrolló su carrera entre 1966 y 1995, años en los que enfrentó a lo más granado de la lucha local y a los mexicanos René Guajardo, Ray Mendoza, El Solitario, Aníbal, Blue Demon e hizo pareja con El Santo. 

Señaló que nunca ha podido explicar las habilidades que le permitieron hacer acrobacias en las cuerdas, más allá de las que le dio su madre. 

“Según mi mamá, yo salí así porque cuando ella estaba preñada de mí, se quedaba mirando un mono, que saltaba de un lado a otro. En ese entonces pesaba 135 libras, nada era difícil”, apuntó. 

Enconados rivales 

Ganó cinco títulos mundiales, versiones europeas y oriental, y se constituyó en la máxima figura de la lucha nacional, convocando en 1976 a más de 15 mil personas al gimnasio Nuevo Panamá para su desafío ante Aníbal. 

“Los luchadores que vinieron a Panamá, todos fueron buenos y de ellos aprendí bastante. Me llamaba la atención aquél que se entregaba como profesional, aunque nunca seguí a ninguno de manera particular”, destacó. 

Precisó que los títulos fueron avalados por organizaciones internacionales, que llegaron a Panamá a ofrecerlos a los empresarios. “No eran inventados”, acotó. 

Señaló que todas las luchas que realizó fueron difíciles, principalmente con los foráneos, que estaban tan bien preparados como ellos. “Nunca menosprecié a nadie, porque el que menos tú pensabas, era bueno”. 

Indicó que tampoco tuvo problemas personales con ninguno, pero sí tuvo tropezones con algunos, sobre todo mexicanos. 

“Creo que fueron celos profesionales”, dijo. 

Después de vencer una noche a René Guajardo, éste se plantó frente al camerino y le tiró un golpe. “Me le cuadré a lo panameño y le tiré un golpe en el rostro, pero no pasó a mayores porque el promotor se interpuso”. 

También tuvo problemas con Ventarrón y el mexicano Príncipe Islam, con quien inclusive se le fue la mano y fue suspendido por la comisión. 

“En el Neco de la Guardia iba en un relevo contra el Príncipe Islam, y cuando nos estaban revisando, sacó un vaso de vidrio y me lo tiró”, acción que me provocó una cortada en la frente y una cicatriz en el antebrazo izquierdo. 

“No pregunté por qué lo hizo, pero la lucha tuvo que ser suspendida y me llevaron al Seguro para que me cocieran las heridas”, explicó. 

Se concertó un nuevo encuentro y tomó su revancha, pero se le fue la mano, porque tuvieron que bajarlo del ring entre tres personas. 

Aún así, siente que fueron situaciones aisladas de muchos años de gran profesionalismo, por parte de luchadores locales y extranjeros. 

El camino equivocado 

Entonces ¿Por qué se acabó la lucha profesional? 

Para algunos, la falta de buenos empresarios y organizaciones, llevó a la lucha a degenerarse en un espectáculo distanciado de lo que realmente era, cayendo en una especie de caricatura. 

A esto se unió la indiferencia de las autoridades gubernamentales de darle el respaldo a una actividad, que brindaba distracción y espectáculo en todo el país. 

Tanto Sandokan como Ricardo Díaz piensan que también hubo responsabilidad por parte de ellos, porque se crearon grupos que se ‘vistieron’ de empresarios y cometieron muchos errores. 

“Esto se vino abajo por malos empresarios y malos luchadores, que creyeron que solos levantaban esto, pero nunca pudieron hacerlo”, señaló el primero. 

Sostuvo que hubo personas que quisieron usufructuar de la lucha pagando ridículas sumas, mientras los luchadores se ponían zancadillas entre ellos. 

“La lucha quedó al garete, se formaron grupos de luchadores, todos haciendo lucha, pero con muy mala calidad”, dijo Díaz lacónicamente.

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