Hugo Lindsay, el pesista colonense que burló la adversidad

 Por Nicolás Espinosa Serrano

 

Lindsay fue ganador de múltiples medallas en competencias internacionales.

Hugo Enrique pensó alguna vez en convertirse en el segundo Héctor López de la novena de Colón. Corría el año de 1966 y aún se saboreaban los triunfos obtenidos en la pelota nacional. 

Bueno, eso fue lo que pensó a los 15 años, cuando patrullaba los jardines de uno de los equipos de la liga del 20-30, que organizaba el reconocido técnico Francisco ‘Lengüita’ Brown. 

Pero, la vida tiene a veces unos vericuetos, que no se entienden. Un niño pasó un día por su casa, mientras estaba ausente, y le pidió a la abuelita el guante de béisbol de Hugo. 

Jamás volvió a verlo, ni mucho menos saber quién fue el niño, que ‘cuenteó’ a su abuela. Hasta hoy, pregunta a adultos mayores de su época, si conocen al avivato. 

“A partir de ese día, decidí buscar un deporte donde solo dependiera de mí y dejé a un lado cualquier deporte de conjunto”, recordó el ‘Charles Atlas’ modificado de 70 años.

Fue así como el béisbol colonense se perdió la oportunidad de tener un segundo Héctor López en su alineación y ganó un pesista, que burló la adversidad y se convirtió en uno de los mejores en la historia de este deporte. 

Hugo le dedicó toda su juventud al deporte de los hierros y los discos. 

Efectivamente, Hugo Lindsay vagó por casi año y medio entre un deporte y otro, hasta que en 1968 entró al gimnasio de pesas ‘Los Olímpicos’ y se convirtió en uno de sus mayores referentes. 

Esta es la historia de Hugo Enrique, hijo de Ruth Simmons y Joslyn Lindsay, casado con Alicia Chiari y padre de cuatro hijos. 

Rápido aprendizaje

“Ese gimnasio estaba ubicado en la calle 9 y callejón Martínez y no había entrenadores como tal, sino un grupo de experimentados jóvenes que instruían a los más jóvenes”, señaló. 

“Había grandes compañeros como Luis ‘Chichí’ Ramos, Juan De La Cruz Bulgin, Roberto Forbes, Wilfredo Hughes, Altamont De Pass. Sin embargo, quien me enseñó todos los trucos fue Daniel Jacks, ese fue mi maestro”, sostuvo. 

Su rápido aprendizaje le permitió asistir en marzo del año siguiente a un torneo en el gimnasio ‘Chacón Plata’, que estaba ubicado en el estadio capitalino Juan Demóstenes Arosemena. 

A los 70 años, aún se siente con las mismas energías para dedicarle tiempo al deporte.

En esa oportunidad se ubicó en el quinto lugar de la categoría gallo (123 libras), pero en junio de 1971 ganó su primer nacional como juvenil, ya un poco más pesado, con 165 libras. 

Ese mismo año se registró su primer viaje internacional al Centroamericano en San Salvador, pero no compitió al solo asistir como suplente. 

Casi un año después participó en el Panamericano de pesas en Barranquilla, donde se ubicó en el sexto lugar de su categoría, competición donde los cubanos barrieron. 

Allí conoció al técnico cubano Ramón Madrigal Falcón, quien le brindó un programa completo de entrenamiento, que le sirvió para prepararse para los Bolivarianos de Panamá en 1973. 

Durante su etapa como seguridad en la Autoridad del Canal ganó pruebas de tiro.

“Hasta mi retiro, seguí recibiendo el plan de entrenamiento de los cubanos, lo que hizo que utilizara su sistema y dejara atrás a aquellos que, en el pasado, me habían ganado”, indicó. 

En el ínterin, se graduó de técnico electricista en el Instituto Rodolfo Diesel, de la capital. 

Las pruebas de nivel

Lindsay puso todo su empeño y clasificó para estar en los Bolivarianos de Panamá, donde cobró dos medallas de plata y una de bronce.

Luego participó en el mundial de pesas de La Habana, torneo que siempre estará presente en la mente del ex atleta colonense, porque llegaron el mismo día en que se dio el golpe de Estado en Chile.

“La Habana estaba revuelta, por lo que nos tuvimos que poner las camisetas que decían Panamá, para que supieran que éramos deportistas”, recordó.

“En ese torneo ocupé el puesto número 15 en la categoría de las 165 libras, una competencia que fue dominada por los soviéticos y los búlgaros, entre otros”, ahondó. 

Cerró exitosamente el año, al dominar su división e imponer nuevos registros en los primeros Juegos Centroamericanos de Guatemala. 

Anécdotas para el olvido

Es común para un atleta con tantos años en una disciplina, llegar a tener muchas anécdotas, algunas positivas y otras no. 

En el marco de los Centroamericanos de Guatemala de 1973 estuvo a punto de ser expulsado de la villa, cuando otros atletas lo confundieron con un pesista cubano y lo denunciaron a las autoridades. 

El gimnasio Los Olímpicos fue la casa que vio crecer como atleta a Hugo Lindsay. 

“El delegado tuvo que pedir que, desde Panamá, enviaran mis registros de competencia de los dos últimos años, porque no querían que participara”, recordó. 

Un año después en los Centroamericanos y del Caribe en Santo Domingo, fue acusado de utilizar sustancias prohibidas para permitir un mejor deslizamiento de la barra en las piernas, por lo que fue descalificado.   

Según Lindsay, el árbitro central, de nacionalidad colombiana, lo único que hizo fue asegurarle una medalla a su compatriota, que se estaba quedando rezagado en el cuarto lugar, mientras él peleaba la de plata con un boricua. 

En 1976, con miras a viajar a las Olimpiadas de Montreal, el ex atleta fue dejado ‘vestido y alborotado’, ya que con la excusa de que no había dinero, llevaron solo a dos pesistas capitalinos, a pesar de ser la mejor opción panameña. 

Hoy, es instructor físico en un gimnasio privado. 

Finalmente, en los Centroamericanos de San Salvador de 1977 sufrió un accidente un día antes de participar, lo que le imposibilitó barrer en su división. 

“Veníamos del gimnasio, después del primer día de competencia, y al bajar del bus no me percaté de que había un hueco, y me lesioné la pierna izquierda al caer en él”, precisó. 

“Al día siguiente, pude ganar la medalla de oro en el arranque, pero cuando realizaba el segundo levantamiento de envión, la pierna cedió y me la fracturé, pero pude asegurar por lo menos dos medallas de plata”, explicó. 

Retorno al ruedo

Gracias a su fortaleza y juventud, Lindsay no requirió cirugía, pero sí tuvo que permanecer casi que año y medio fuera de los gimnasios, recuperándose y haciendo terapia física. 

La lucha olímpica, deporte que se practicaba en la Arena de Colón, donde trabajaba como agente de seguridad, fue la opción que tomó para seguir su carrera deportiva, coronándose campeón de un torneo nacional por invitación en 1979. 

No obstante, su amor por las barras y los discos fue mayor y ese mismo año, compitió en el campeonato nacional y obtuvo el título de los 100 kilos, quebrando de paso las marcas centroamericanas, luego de casi dos años de su forzoso retiro.  

El alto nivel de competencia de Lindsay lo llevó a superar a sus rivales y clasificar para estar en las Olimpiadas de Moscú en 1980, pero el boicot impuesto por los Estados Unidos, al cual se adhirió Panamá, le impidió por segunda ocasión estar en la máxima competencia deportiva. 

A pesar del desaire, Hugo siguió compitiendo, ganando medallas en los Bolivarianos de Barquisimeto (1981) y en los Centroamericanos y del Caribe de Santiago de Cuba (1982). 

En 1989, tras capturar una medalla de plata en el torneo cubano Manuel Suárez, anunció su retiro y hoy se desempeña como instructor físico en un gimnasio privado en su natal Colón.

“Sabes amigo Espinosa, siempre daré gracias a Dios por lo que me dio en el deporte, eso fue grande”, concluyó. 

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