La calidad pugilística mundial, en deuda con la afición

Por Nicolás Espinosa Serrano
(hablemosdeportes2.0@gmail.com)

 

El boxeo de antaño llenaba los coliseos por la calidad de sus protagonistas.


Suelo sonreír cuando alguien habla de gran prospecto, para referirse a tal o cual púgil que sube con gran empuje. 

No hace falta saber si hablan de alguno del patio, aunque hoy se cuentan con los dedos de una mano, o se refieren a algún gladiador extranjero. 

En ese momento, recuerdo la frase: “Los tiempos cambian para mejor”, pero casi que de inmediato me escucho repetir mentalmente: “El tiempo pasado, fue mejor”. Y vuelvo a sonreír. 

Es cierto, los tiempos cambian y nadie podría pensar que todo quedará estacando, mucho menos cuando antes éramos esclavos del tiempo, y hoy lo somos, además, de nuestros celulares y de las redes sociales. 

Claro, que los tiempos, cambian. Pero, no siempre para mejorar la calidad. El boxeo es el mejor ejemplo de ello. 

Sólo hace falta dar una mirada, quizás a unos 30 años atrás, para darnos cuenta que la actividad carece de ese “glamour” de esos tiempos, en el que las figuras de envergadura sobraban, no se fabricaban, y no se combinaban con otras para hacerlo atractivo. 

Hay que admitir que hubo momentos de incertidumbre y de “crisis”, que llevaron a figuras como Muhammad Alí y Larry Holmes, a salir de sus sarcófagos para saciar a inescrupulosos empresarios, que han existido siempre y que manejan este negocio como un circo. 

Y, que se repitieron en otras figuras y en otros tiempos, pero que han sido la excepción y no la regla. 

Indudablemente que el número de organizaciones y la creación de sus innumerables títulos en una misma categoría, que mantienen apiñados a los súper monarcas, unificados, regulares, interinos, especiales (gold y plata) y en receso, ha contribuido a la poca calidad mostrada hoy.   

Frente a tantas organizaciones (suenan hasta cinco) y titulares por cada una de las 17 categorías, además de los ya comentados regulares, interinos, etc., etc., es obvio que se cuelen unos cuantos mediocres, que brillan principalmente por toda la parafernalia y mercadotecnia que los rodea. 

También las redes sociales han contribuido con este maremágnum de detalles que, abundan más en imagen y promoción, que en calidad. 

Hay púgiles que han logrado subir a un cuadrilátero a disputar un cetro del mundo, más por su habilidad y popularidad en las redes, que por su verdadera calidad. 

Al final, la verdad se abre paso y se descubre a un campeón, quizás de redes sociales, pero con una pésima clase para estar entre los mejores del mundo. 

Ahora, un detalle que no debe perderse de vista y que habla a favor de las entidades boxísticas. 

La actividad jamás se detiene y los boxeadores clasificados, en su gran mayoría, tampoco, pero no es la realidad de los pleitos de título mundial. 

Un campeón realiza un máximo de tres defensas al año, si acaso, mientras una veintena de púgiles, en un solo organismo, esperan una oportunidad. Una de las alternativas utilizadas han sido las peleas eliminatorias, pero la realidad es que la actividad titular queda a deber. 

Fue así como una vez surgió la figura del campeón interino y, que recuerde, se dio por primera vez en la división gallo del Consejo Mundial de Boxeo, cuando en los años 90 un campeón se vio impedido de efectuar una defensa por una lesión en el ojo. 

En esa época, don José Sulaimán encontró la fórmula, al crear el interinato de la categoría y declarar en receso al mencionado monarca. Al recuperarse el campeón, tuvo que enfrentar al titular del momento por el título regular, y la figura interina desapareció. 

No obstante, quedó el precedente. 

Es decir, que el interinato nació para mantener la actividad en la categoría, mientras el campeón regular se recuperaba, como en efecto sucedió. 

Algunos podrían pensar que lo mejor hubiera sido desconocer al campeón por no poder arriesgar el cinturón, pero habían consideraciones importantes a tomar en cuenta. 

Como dije, al sentarse el precedente, la figura del campeón interino fue vuelta a retomar tiempo después, hasta que se convirtió en una figura “necesaria” para el negocio, pero utilizada en forma burda e inescrupulosa. 

De igual forma podría hablarse de las otras denominaciones (súper campeones, unificados, etc., etc.) y todas tendrán una razón para su creación, y una excusa para mantener su estatus, pero lo cierto es que con tantos campeones, la mediocridad extrema. 

Esto nos trae al punto inicial. La mejor actividad la pudimos ver en el pasado, cuando no habían tantas organizaciones, cuando no pasaban de 12 las categorías, cuando la calidad sudaba entre las paredes de los gimnasios y no solo entre los campeones que por allí pululaban. 

Admito que hoy existe calidad, pero no abunda. Por el contrario, está en deuda.  

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El ‘Loma’ subió la loma y vuelve al ruedo

El Olympic Colón y el difícil trabajo de formación futbolística