La llegada en antaño de boxeadores filipinos a Panamá

Por Nicolás Espinosa Serrano 

(hablemosdeportes2.0@gmail.com)

Afiche del pleito entre el filipino Sócrates Batoto y el panameño Jorge Luján.


En medio de la euforia por el triunfo del aguerrido púgil filipino Nonito Donaire frente a un más joven rival, llegó a mis manos un viejo afiche que anunciaba el pleito entre el colonense Jorge Luján y el filipino Sócrates Batoto en Panamá. 

La función, presentada por la empresa Promociones Tony, se realizó el 20 de julio de 1974 en el entonces llamado gimnasio Nuevo Panamá, y en el mismo tomaría parte otro prospecto, Eusebio Pedroza. Pero, esa es otra historia. 

Era uno de esos afiches típicos de la época, que se publicaban en los medios impresos, principalmente tabloides, y que promovía, generalmente, una función de boxeo o un baile en algún sitio popular. 

Cuando recibes este tipo de documento, es posible que te ‘transportes’ a momentos que, por alguna razón, viviste o tuviste conocimiento de ellos, y esto fue lo que precisamente me pasó. 

Ahora, no solamente me transportó a ese pleito en particular, donde el novato colonense de apenas cinco pleitos se enfrentaba a un boxeador clasificado mundialmente, sino a las veces que se aprovechó ese gran momento que vivía el pugilismo istmeño para traer trompadachines de ese exótico país oriental. 

Inmediatamente cruzaron a mi memoria los nombres de Erbito Salabarría y Fernando Cabanela, dos figuras del pugilismo filipino que también estuvieron en Panamá. 

Salabarría vino a enfrentarse a un prospecto de nombre Alfonso López, el 29 de junio de 1974, también en el Nuevo Panamá, mientras que Cabanela había aterrizado en dos ocasiones en suelo istmeño, en 1972 y 1974.

Un detalle importante es que cuando ambos púgiles llegaron a Panamá, tenían experiencia titular a nivel mundial. Por ejemplo, Salabarría había sido campeón mundial mosca del Consejo, y Cabanela había disputado una eliminatoria en esa misma división, pero en la AMB.

Lo importante de todo es que los tres boxeadores extranjeros llegaron a Panamá en el mejor momento de sus respectivas carreras y aquí tomaron lona, y no precisamente porque fueron noqueados sino vencidos.

Así es. Si lo tomamos a partir de su presentación en Panamá, el primero en probar lo ‘azuquita’ del pugilismo istmeño fue Cabanela, quien perdió una decisión unánime en la Arena de Colón frente al ‘Pica Pica’ del patio, Senén Ríos. El choque se registró el 27 de mayo de 1972. 

Después volvió y en el Nuevo Panamá empató con el ‘Brioso’ Marcos Britton, en ese momento un prospecto invicto en 14 presentaciones. 

La llegada de Salabarría, que como dije venía con etiqueta de ex monarca, fue el 29 de junio de 1974 y cayó por la vía de las tarjetas frente al ‘Piedrita’ Alfonso López, quien para que no quedara dudas fue a la tierra de su rival y allá no solamente lo volvió a vencer sino que le quitó la faja mosca de la AMB.

Un aspecto curioso es que tanto en el pleito de Salabarría como en el segundo de Cabanela, actuó como juez Harmodio Cedeño. 

¡Qué clase de púgiles teníamos en esa época!

Particular anécdota

Voy a cerrar con una anécdota que me ocurrió con otro ex campeón del mundo filipino, Luisito Espinosa, en el lobby de un hotel de la capital tailandesa de Bangkok, en 1998.

Conversaba con algunos colegas periodistas, cuando escuché a un grupo de personas hablando español o eso creía yo. Volví mi atención hacia ellos y encontré a un puñado de personas, todos vestidos con buzos rojos, conversando.

Me acerqué curioso porque todos tenían característica orientales, algo que confirmé porque en el dorso de sus camisas tenían el nombre de Espinosa, en ese momento ex campeón del mundo filipino.

Al acercarme les pregunté si hablaban español y me dijeron que no, y fue allí que les puse mayor atención. No hablaban mi lengua sino que en su conversación, pronunciaban algunas palabras y frases.

Inmediatamente recordé que el imperio español estuvo afincado por un tiempo en tierras filipinas (algo más de tres siglos) y razoné, que quizás el español estaba mezclado con las lenguas propias de ese país.

Hoy, que escribo este artículo, reviso algún material al respecto y cito textualmente: “Durante los más de tres siglos de presencia española se desarrolló en el país un lenguaje criollo, mezcla de Español y lenguas autóctonas, cuyo vocabulario es esencialmente español con estructura gramatical tagala, denominado Chabacano”.

“Este puede ser entendido por los hispanohablantes sin grandes dificultades y aunque su uso actual es muy limitado, aún puede encontrarse en algunos lugares”.

Interesante, por decir lo menos.

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