La noche mágica del ‘Tigre de Colón’, Ismael Laguna

Por Nicolás Espinosa Serrano 

 

Ismael Laguna junto a su entrenador 'Curro' Doman.


La consecución del título mundial de boxeo por el colonense Ismael Laguna, la noche del 10 de abril de 1965 en el estadio Juan Demóstenes Arosemena, es uno de los hechos memorables en la historia deportiva de Panamá.

 

En esa fecha, los panameños coronaban la primera de muchas conquistas en el campo del deporte. Es cierto, hubo otras con anterioridad, pero que la gente de barrio estuviera consciente y participara de ello, no creo. 

Podría afirmarse que el pleito de esa noche, hace 58 años, entre el panameño Ismael Laguna y el puertorriqueño Carlos Ortiz, por el título mundial ligero, fue el acontecimiento de la década.

Laguna era un ídolo, el segundo que se erigía en el boxeo después de José ‘Chato’ Lombardo, pero el primero en ser conocido y seguido en casi todo el país. 

Además, era la primera vez que un panameño disputaba un cetro en el patio y lo hacía con tremendas opciones de ganarlo, porque Ismael era el púgil que mejor representaba el clásico boxeo istmeño. 

Y, al decir de los conocedores de esta actividad, Laguna no era bueno, sino simplemente “extraordinario”.

 

Un detalle. Entre los años 60 y 70, el boxeo fue una actividad, diríamos ‘todo terreno’, porque era común que hubiera funciones cualquier día de la semana, además de los sábados y domingo.

 

En esas carteleras fue que se dio a conocer el ‘Tigre de Colón’, donde siendo apenas un novel talento se ubicó entre los mejores gallos del mundo, al vencer al clasificado púgil cubano Enrique Hitchman, un día de agosto de 1961.

 

En realidad, cuenta la leyenda, que Laguna fue un ídolo mucho antes incluso de ser un profesional, cuando en las calles de su natal ciudad se imponía, a pesar de su aparente frágil figura, a cuantos oponentes enfrentó.

 

Fue de esta manera que Ismael Laguna se fue forjando una carrera, una vida y una fama, y fue como pudo obtener una oportunidad titular, después de que se hiciera lobby infructuosamente para enfrentar, en su momento, a los campeones gallo y pluma.

 

Así es. El monarca gallo, el brasileño Eder Jofre, y el de las 126 libras, el cubano Ultiminio ‘Sugar’ Ramos, decidieron mirar para la otra acera, cuando se les hizo la oferta.

 

Recordemos algo de esa noche en el Estadio Olímpico.

 

Noche inolvidable

 

El bullicio era ensordecedor en el coliseo. 

Las filas para poder acceder a las diferentes entradas eran enormes. Una se dirigía a las gradas populares, otra a las gradas de metal (bleachers), que estaban mucho más cerca del cuadrilátero; y una tercera, a las sillas de terreno. 

“Era un lleno de feria”, nos dijo un amigo. 

“Recuerdo que las emisoras tenían ambientado el panorama, y les recomendaban a las personas que fueran desde muy temprano para evitar las aglomeraciones, pero qué va hermano, cerca de la entrada no se podía con la gente”, nos detalló ‘Compay Segundo’. 

“La gente de Colón fue en buses y en tren, y bien vestidos. Tú sabes cómo somos nosotros”, inquirió. 

A propósito, nunca supe por qué le decían así. Sé que es el seudónimo de un excelso músico cubano de antaño, pero este amigo colonense, que supiera, ni era músico ni mucho menos que tuviera raíces cubanas.  

Otro detalle. Esta específica remembranza la saqué de mis archivos. Una vez me senté en una de las bancas del parque de la calle 6 y avenida Central de mi querido Colón, en el Paseo del Centenario, y conversé largo y tendido con mi interlocutor. 

Una de mis aficiones era sentarme en el parque, de la calle 6 o de la 2 (cerca de mi casa), en la avenida Central, y conversar con los señores mayores, a quienes su inteligencia y perspicacia, les surgía con cada detalle de sus interminables historias. 

Fue en una de esas incursiones en que conocí a ‘Compay’. 

Ni el clásico alfiler 

“No cabía ni el clásico alfiler”, así resumió el veterano cronista colonense Marco ‘Ponchas’ Mendoza, el lleno que se registró en el Estadio Olímpico. 

Mendoza era el corresponsal deportivo del diario La Hora y había cubierto, cada día de entrenamiento de ‘El Tigre’ en la Costa Atlántica. 

“Mi idea al llegar al estadio fue la de entrar y buscar la manera de estar lo más cerca del cuadrilátero, pero tenía un problema, mi boleto era de las gradas, del gallinero”, señaló. 

“Estaba pensando cómo resolver, cuando me saludó el ex alcalde Colón, Luis Ortiz, y me preguntó qué hacía; le hablé sobre mi situación, y me dijo: ‘Toma este boleto y entra al área de los bleachers, ve tranquilo tu pelea’. Te digo que ese hombre me cayó del cielo”, añadió.

“Al entrar me percaté que era un lleno completo. El ring estaba casi dónde normalmente se ubicaba el montículo, las sillas de terreno a su alrededor y los bleachers, un poco más atrás”, explicó. 

Muy cerca del cuadrilátero estaban Arquímedes ‘Fat’ Fernández y Tommy Cupas, quienes transmitían para el circuito RPC, y a su lado, Demetrio Romero Wong y Celso Contreras, quienes lo hacían para Ondas Istmeñas. 

‘Hasta la luna’ 

Esa noche también estuvo presente el periodista Alberto ‘Beto’ Henríquez, quien recordó ese momento de su niñez. “Te cuento que, como premio a mis buenas notas, mi abuelo Miguel Ángel Ortega, me llevó a esa pelea”.

“Tomamos un taxi y nos bajamos en la esquina del legendario MonMatre, para una parada técnica de mi abuelo. A esa hora, la vía que iba para el estadio, era un carnaval”, revivió Henríquez.

“Había un ambiente de fiesta como nunca. Había gente con letreros y mensajes de aliento al ‘Tigre’. Me llamó mucho la atención uno que decía: “Con Laguna hasta la luna”, dijo. 

En las graderías donde yo estaba, era pueblo de verdad. Gente de El Marañón, como nosotros, El Chorrillo, Santa Ana y por supuesto de Colón. Nunca vi apuestas, era obvio. Nadie iría en contra del Tigre”, apuntó. 

Henríquez, periodista al fin, nos ilustra un poco como fue el pleito. “La pelea fue pareja, pero coreábamos los jabs de Laguna: 1-2-3-4-5 a la cara de Ortiz. Admiraba su baile, su habilidad para pasar golpes y contragolpear”, concluyó. 

He dejado para el final de esta crónica, la explicación que me hizo ‘Compay Segundo’ sobre la entrada de Laguna y Ortiz al cuadrilátero. 

“Aquella noche, Ismael, acompañado del ‘Curro’ Dosman, vestía una bata blanca y nada más subir, comenzó una danza solitaria en el centro del ring, soltaba golpes a un rival imaginario”, mientras todos aplaudíamos y algunos coreaban sus movimientos”. 

La entrada del campeón fue mucho más pausada. Ortiz vestía una bata negra, si acaso dio unos cuantos saltitos. Parecía que no quería desgastarse”, matizó. 

“En ese momento ocurrió algo extraño. Le iba a comentar algo a mi compadre, y cuando lo miro, veo que se está tocando los ojos. ¿Te pasa algo?’, le pregunté, y me dijo que no, pero no me sostuvo la mirada”, detalló.  

“A su lado, había dos doñitas que me parecía conocerlas de Colón y estaban llorando. Pensé que algo estaba pasando, pero después me di cuenta que lloraban de la emoción. Creo que esa noche a mi compa se le pegó esa vaina”, reseñó. 

Como me diría el colega ‘Beto’ Henríquez: “Fue una noche mágica”.

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