Tyson Fury, el gitano salvaje de los pesados

Por Nicolás Espinosa Serrano
(hablemosdeportes2.0@gmail.com)

 

Fury (Der.) resultó tan agresivo como en los dos primeros encuentros.

Fue un pleito salvaje. No creo que alguien haya dudado, ver otro tipo de actuación de estos dos gladiadores, dónde el buen boxeo y las especulaciones, estaban para un escenario diferente. 

Solo había que acordarse de lo acontecido en los dos primeros encuentros, para saber que acá no se gestaba nada bueno para ninguno de los rivales. 

Al final, Tyson Fury ganó con un inobjetable nocaut en una repleta arena de espectadores. 

Las apuestas iban hacia Fury, pero el espectáculo, los sentimientos del coliseo, estaban inclinados al gigante de bronce. Sin embargo, nada fue diferente a los dos primeros pleitos, en cuanto a expectativas y acción. 

Ambos fueron a devolver cada dólar apostado, cada peso pagado en la entrada, cada moneda entregada en el pago por evento. 

Ahora, extrañé el buen jab de Fury, aunque como dije no había momentos para especulaciones. Esperaba ver, en lo que cabe, el buen desplazamiento del gigante británico de los choques anteriores. 

Y ¿Qué decir de Wilder? No lo tomen a mal, pero nunca me gustó su forma de boxear. La noche del pasado 9 de octubre, sus argumentos no fueron diferentes a las otras dos oportunidades. 

Norton (Izq.) y Alí protagonizaron uno de los grandes pleitos de los 70.

Buscaba anestesiar con sus casi 300 libras, con un solo golpe; y casi lo logra, pero el ‘rey gitano’ es más duro que un roble. Cayó, y en algún momento pensé que estaba acabado, pero se levantó para seguir en la refriega. 

Ahora bien, el pleito fue tan salvaje como emocionante por la oposición que dio el estadounidense, porque otro quizás hubiera tomado lona y allí se queda. No obstante, Wilder buscó siempre el triunfo y no dio, ni pidió cuartel. 

Fury me hace recordar al ‘Coloradito’ Danny López, ese fragoroso pluma estadounidense de finales de los años 80, quien podía caer una o dos veces, pero cuidado, aún no estaba acabado. 

Así lució Fury ante Wilder. 

El gigante gitano me recuerda un poco al ucraniano Vitali Klitchko, aquel que fuera campeón un poco antes en la misma división. 

Me recuerda por su confianza, su autoridad en el ring, aunque con mucho menos boxeo. Vitali peleaba a pies plano, quizás tratando de que al conectar sus golpes fueran con mayor contundencia. Pero, esa es otra historia. 

No solo ganó el más fuerte sino el más inteligente, aunque creo que esto lo probó Fury desde la primera pelea. Una, dos y tres veces, observé el rostro del británico y transpiraba confianza, excesiva confianza diría yo. 

Una, dos y tres veces hice lo mismo con Deontany y no percibí lo mismo. En ocasiones, hasta vi temor, quizás no de su rival, sino de cómo se le estaba yendo la pelea y que, sin poder evitarlo, las acciones se iban inclinando a su oponente. 

Afirmar que Wilder tenía miedo, sería una aberración; pero sí lo hay a lo desconocido, a lo que podría venir. 

Algunos afirman que ninguno de los dos hubiera podido aguantarle un asalto a George Foreman, Joe Frazier y Muhammad Alí, y  no estoy tan seguro. Añadiendo en esa lista a Ken Norton, todos ellos eran de un ritmo incesante cuando veían herido a su contrario, para ellos no había pausa en el ataque. 

Alí era el más técnico de todos, y si bien podía mostrarse ágil como una mariposa, tenía poder en sus dos manos, sobre todo en la derecha. 

Pero, Fury es inteligente y si en este tercer combate se vio algo torpe, fue porque ya conocía a su oponente; no había manera de vencerlo, más que encimarlo y buscar acabarlo, y eso fue lo que hizo. 

Es posible que Fury, específicamente, hubiera tenido posibilidad matemática frente a cualquiera de los cuatro fantásticos, pero a pesar de su fortaleza, como dije, tiende a caer frente a contundentes golpes.

Volviendo a la pelea del pasado sábado. ¡Guao, qué peleón! 

Contraten a los pequeños, empezando por Cuadra, Estrada, Valdés y Chocolatito, a los pesados Fury, Wilder, Joshua, Usyk, cierren el coliseo y boten la llave. 

El boxeo gana exponencialmente con ellos, con los demás, hagan lo que deseen, aunque lo mejor sería enviarlos a sus casas.


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