El deporte adaptado es ignorado en Panamá

Por Nicolás Espinosa Serrano
(hablemosdeportes2.0@gmail.com)

 

Said Gómez fue incluido en el Salón de la Fama de las Paralimpiadas.

“No es la rampa, ni el área de estacionamiento, es la misma instalación que es hostil hacia las personas con alguna discapacidad”, señalaba el adulto mayor con manifiesta molestia a un funcionario, que trataba de calmarlo. 

Ese día me encontraba en la Caja del Seguro Social, de la Transístmica, y buscaba un lugar donde estacionarme, cuando me percaté de la presencia del señor que reclamaba, con brumosas canas arropando su cabello y con un bastón, que movía en el aire en forma airada. 

Esa fue la imagen que vino a mi mente, cuando Iveth Valdés, secretaria del Comité Paralímpico de Panamá, me comentó el artículo que escribí sobre las pistas de atletismo que (no) existen en nuestro país. 

“Y ni hablemos, de que los deportes adaptados no tienen absolutamente ni un metro cuadrado para ejercitarse”, me escribió. 

“Me toca inventar cada cosa con los entrenadores para poder que los chicos entrenen”, dijo. 

El comentario fue rematado esta mañana por un correo de Said Gómez, presidente de la organización y dueño de todas las medallas que Panamá ha logrado en juegos Paralímpicos. 

Mencionó las ocho medallas ganadas en diversos juegos paralímpicos, tres de ellas de oro, y a pesar de ello, el atletismo adaptado jamás ha sido tomado en cuenta. 

La verdad es que la forma en que los gobiernos han tratado al deporte adaptado o paralímpico, desde que se escuchó por primera vez nuestro himno nacional es una de estas competiciones, es una vergüenza. 

El baloncesto es uno de los deportes con necesidad de instalaciones adecuadas.

Los atletas en condiciones especiales y sus diversas disciplinas son tratados de la misma forma en que perennemente lo hacen con los señores jubilados, a quienes se les atiende, desde siempre, en todos los establecimiento, ya sean privados o públicos, como si se les estuviera haciendo un favor. 

Y no es cuento. Solo recordemos, en materia deportiva, cuántas instalaciones se han construido a nivel nacional desde la década de los 90, cuando se ganó la primera medalla paralímpica, y cuántas llevan el nombre de algún atleta discapacitado. 

“Es que no se lo han ganado”, podría decirme casi que de inmediato un despistado dirigente, de esos que comúnmente nombran en la alta dirección del Instituto de Deportes. 

Haría otra pregunta, ¿A cuántos de ellos han nombrado embajadores deportivos y le pagarían por ello, cómo hacen con otros? A esa pregunta también podría añadirle varios signos de interrogación. 

No obstante, la amnesia de años se patentiza mucho más cuando se habla de construir una instalación deportiva, porque se le añade una visión de primer mundo, más que todo cosmética, para sacarle unos miles de dólares más a la inversión. 

Pero ninguna, ninguna ¡eh!, lleva una pizca de atención para las personas que, con alguna discapacidad, asisten a presenciar un evento. Ni soñar, que la instalación tenga alguna disposición para los atletas de los deportes adaptados. 

Responsabilidad compartida

Aquí deseo hacer un alto, porque siento que la responsabilidad frente a tanta ignorancia, debe también ser compartida por la sociedad en general. 

Es decir, los principales responsables son aquellos que tienen la idea original, pero también la comunidad que circunda el lugar donde se construirá el proyecto. 

Así como la sociedad civil, representada por clubes cívicos y organizaciones no gubernamentales, y la Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitectos (SPIA), entre otros. 

En este punto, me pregunto. ¿Cuándo alguno de los mencionados llamó la atención de la necesidad de que el proyecto (cualquiera), tuviera en mente a los discapacitados y, en el caso del deporte, a los paralímpicos. 

Si no me equivoco, ninguno. Y, si me equivocara, que lo dudo, pido disculpas de antemano. 

Aquí, otro despistado pudiera señalar y qué de las organizaciones que defienden la inclusión o las propias organizaciones de los deportes adaptados, si las adecuaciones son para ellos. 

Espacios especiales para los discapacitados es una necesidad real en Panamá. 

Sin ser un experto en la materia, les diría que a los primeros los marean con mesas de diálogo y de trabajo, con proyectos fallidos como la Mesa del Diálogo, el de la Visión 2010, 2020 y 2040, etc., etc., y me temo con el mal llamado Pacto del Bicentenario, que más bien serán políticas públicas a las que se aspiran y no programas a realizarse antes de que culmine esta administración. 

Y a los segundos, a las entidades deportivas, ni siquiera le hacen caso, y solo los toman en cuenta para la foto, para la cursilería, para la politiquería. 

Les echo un cuento. Cada vez que el comité paralímpico se asoma a pedir dinero para juegos regionales o para competencias de preparación a la institución deportiva, se asiste a lo más cercano de un mercado del “regateo” de África, China o cualquier mercado de bisutería de nuestros países. 

Al final, cuando los funcionarios han agotado la paciencia y el buen ánimo de su contraparte, se abrazan efusivos y contentos porque han logrado su objetivo. No entregarán una partida similar a la que se le da a los deportes convencionales, ni siquiera la mitad sino solamente un tercio. 

Ah, pero si en su esfuerzo, el atleta paralímpico osa por lograr una medalla, no habrá obstáculo alguno para que algún representante gubernamental se aparezca, cual alfombra mágica, así sea en Corea del Norte, para tomarse la foto con el protagonista. 

Esa es lamentablemente, la verdad.

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