Florencio Aguilar, el ‘flaco explosivo’ que destacó en los Bolivarianos

Por Nicolás Espinosa Serrano

Florencio Aguilar en una de las múltiples competencias que ganó en el antiguo estadio Revolución (hoy Rommel Fernández).

El colonense Florencio Aguilar es considerado una de las máximas figuras que ha dado el atletismo nacional, principalmente en aquellos años en que los deportistas de esta disciplina salían hasta por debajo de las piedras. 

Se constituyó junto a sus paisanos Héctor Daley y Alfonso Pitters, en  las figuras más predominantes y fundamentales del atletismo panameño, en los años 80 y principios de los 90. 

Los tres fueron entrenados por el profesor Henry Jones en el recordado estadio Roberto Mariano Bula, aquel coliseo que un día existió entre las calles 12 y 13 avenida Santa Isabel, y que hoy solo es un quejumbroso terreno baldío. 

No había atleta más veloces que ellos, aunque injusto sería no reconocer que, en algún momento hicieron sombra, el también colonense Fernando Ramsey, quien llegó al béisbol de las grandes ligas, y el capitalino Luis Smith. 

Por su excelente desempeño, alguna vez se le acercaron a ofrecerle para estudiar en Estados Unidos, pero no pudo hacerlo. 

“Cuando estaba en uno de mis mejores momentos, en una competencia de los Relevos de Balboa, se me acercó un señor y me ofreció una beca para estudiar en los Estados Unidos, pero ya tenía 25 años, una edad muy avanzada para ese nivel”, recordó. 

Héctor Daley (Izq.), Florencio y Alfonso Pitters (Der.) hicieron historia en el atletismo nacional.

Además, en esa época ya contaba con una familia, trabajaba ocho horas en la Zona Libre y después entrenaba otras tantas con el profesor Jones. 

Florencio fue como el ‘Flaco Explosivo’ nicaragüense, Alexis Argüello, pero en versión atlética, en una época en que al pensar en el atletismo regional, era obligatorio evocar los nombres de los velocistas canaleros. 

Ahora no, tras la inmaculada e histórica faena de Saladino, el trabajo que han realizado los dirigentes del atletismo nacional ha sido tan mediocre, que salvo el nombre de la saltadora Nathalee Aranda, ninguno resiste una exhaustiva prueba de alto rendimiento. 

Los nuestros son quizás buenos hasta el nivel centroamericano, pero una vez el listón se coloca un poco más alto, no pasamos de las semifinales, porque ni pensar en el cuadro de medallas. 

No obstante, dejemos eso a un lado. Hoy hablaré de una figura que lo dio todo por su provincia y su país, sin que existieran los incentivos actuales y mucho menos, ese respaldo de las instituciones deportivas. 

Situación irónica, pero que se regresa como un búmeran. El recordado Henry Jones hizo magia con sus atletas, desde Wilfredo Bartley, en los ’70, hasta el propio Aguilar. Eran otros tiempos, podríamos pensar. 


Aguilar en la actualidad es el entrenador de la campeona nacional de salto, Nathalee Aranda.

En la actualidad, cuando los millones de dólares son derramados por el erario público, Florencio sigue haciéndolo desde su rol de entrenador. Así llegó a terminar la formación como atleta de Irving Saladino y hoy, lo hace con Nathalee y otro grupo de corredores.

Simplemente es magia, no hay otra palabra para definirlo. 

Hasta la cita olímpica 

Aguilar llegó a participar en los juegos olímpicos de Los Ángeles (1984) y Barcelona (1992), pero sus mejores actuaciones indudablemente fueron en las citas bolivarianas, donde acudió en tres ocasiones. 

En los juegos de Barquisimeto (Venezuela), de 1981, obtuvo bronce en los 100 y 200 metros, donde se repartió los primeros puestos con Pitters y Daley, y dominaron la posta 4x100 con la colaboración de Ramsey. 

Ocho años después volvió a Venezuela, pero a la ciudad de Maracaibo, donde ganó el oro de la clásica centuria y otra de plata en los 200 metros lisos. 

La carrera de los 100 metros planos en Maracaibo fue muy publicitada, porque el panameño corrió los últimos metros con los brazos en alto. “Fue por una rivalidad que tuve con un atleta venezolano”, dijo en su momento. 

En su última aparición, en los Bolivarianos de Cochabamba y Santa Cruz en 1993, fue el abanderado de la delegación panameña, pero no figuró en el podio. 

También estuvo en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Santiago de los Caballeros de 1985; y en los Panamericanos de San Juan en 1979; de Caracas, en 1983; y los de La Habana, en 1991. 

“En esos tiempos no había apoyo del INDE para con los atletas, y todo había que combinarlo con los estudios y el trabajo”, indicó Aguilar al tiempo que aceptaba que la competencia también era muy difícil, por la calidad de los participantes. 

“Llegué a obtener una presea de bronce en los 100 metros en el torneo atlético Centroamericano y del Caribe, una de las pruebas más difíciles, que se realizó en La Habana (1983)”, indicó. 

Los ocupantes de los dos primeros puestos fueron el dominicano Juan Núñez y el cubano Tomás González. 

Aguilar estuvo en otras seis citas similares, obteniendo la presea de plata cuatro años después en los relevos 4x100 en Caracas. 

En el Centroamericanos de atletismo de 1990 en Honduras ganó las preseas de oro de los 100 y 200 metros planos y la posta 4x100, por lo que fue distinguido como el atleta más destacado. 

Ese mismo año, obtuvo presea de plata en los 100 metros planos del Suramericano de Atletismo en Medellín, con el que clasificó para la Copa América que se realizó en Bogotá.   

En esa competición ocupó el quinto lugar, posición que le impidió clasificar para la Copa del Mundo en Roma, en la cual participaban los cuatro primeros lugares. 

En 1991 estuvo en el campeonato mundial de Tokio, y al año siguiente en el Iberoamericano de Atletismo de Sevilla. 

Entrenador de élite

Florencio se retiró a los 33 años, tres lustros después de haber iniciado su carrera en las pistas del otrora vetusto Mariano Bula, y se convirtió en entrenador de la IAAF tras participar en un curso internacional. 

Ese retiro se registró en 1992 después de las Olimpiadas de Barcelona, pocas semanas después que lo hiciera su tutor Henry Jones. 

Jones lo atendió hasta que partió hacia Barcelona, ya que días después dejó de asistir al estadio. “Como estaba jubilado, solo me asistió hasta que fui a los juegos olímpicos”, apuntó. 

A partir de su nombramiento, asumió el rol de instructor, con énfasis en salto, y actualmente, además de Aranda, trabaja con el saltador juvenil capitalino Miguel Aronátegui, y los corredores colonenses Antonio Grant y Kianeth Galván. 

Su cuartel central es el estadio de fútbol infantil ‘Armando Dely’, en Arco Iris, donde utiliza un pequeño cuarto para acuñar una serie de implementos, que utiliza con sus pupilos y con otros atletas de diferentes disciplinas. 

“Aquí vienen atletas de otros deportes a pedirme asesoramiento sobre dietas o trabajos específicos y trato de ayudarlos. En algún momento, cuando fuimos atletas necesitamos ayuda y, por diferentes motivos, no hubo quién lo hiciera”, sostuvo. 

“Sabes, de eso siempre me acuerdo”, concluyó.

(El articulo fue publicado este lunes en La Estrella de Panamá).

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