La grandeza de un púgil no se mide por ‘likes’

Por Nicolás Espinosa Serrano
(hablemosdeportes2.0@gmail.com)

El negocio del boxeo ha cambiado tanto, que lo que se necesitaba ayer para ser grande, no es lo que hoy, aparentemente, se necesita. 

Cuando preguntas a algún fanático del boxeo, de cualquier nacionalidad, sobre los más grandes boxeadores que haya conocido o escuchado de ellos, es posible que te suelte una ráfaga de nombres, como quien posee una AK 47. 

El 'Canelo' Álvarez, el más cotizado púgil de la actualidad. 


Es muy posible que mencionen a Muhammad Alí y, de paso, a Henry Armstrong, Ray Leonard, Carlos Monzón, Alexis Argüello, Roberto Durán, Ray Robinson, ‘Púas´ Olivares, etc., etc., etc. 

Y es que la grandeza no se compra. En antaño, para ser bueno, no había que decirlo sino probarlo a sangre y fuego arriba de un ring. No había tiempo para fanfarronerías, aunque se daba, pero era la excepción. 

Voy a dar un ejemplo. El panameño Ismael Laguna no fue un gran campeón, apenas pudo salir airoso en una defensa, pero fue extraordinario como boxeador, tanto, que ni Eder Jofre, ni Ultiminio Ramos, en su momento monarcas mundiales, no quisieron darle una oportunidad titular.

Tal vez, solo tal vez, de haberse realizado estos pleitos, Laguna hubiera sido el primer tricampeón mundial latinoamericano. Eso era grandeza, en tiempos en que las llamadas al interior del país había que pedirlas por operadoras y era mucho más común viajar por barco que en avión. 

Los tiempos cambian, es cierto, pero a ninguno de los mencionados arriba y a otra cantidad significativa de gladiadores del mundo, podrán cuestionarle su clase. 

Es por ello que me extraña la actitud del mexicano Saúl ‘Canelo’ Álvarez, el más connotado campeón de la actualidad, por querer demostrar que ‘es grande’, que ‘es el mejor’, y para ello, no le importa armar pataletas con periodistas o comentaristas o subirse a un ring con boxeadores, que de antemano se sabe el resultado. 

La grandeza no se compra y, en el caso de ‘Canelo’ Álvarez, querer ser considerado el mejor mexicano de todos los tiempos, aun cuando todavía le falta algún kilometraje por recorrer, es patético. 

No digo que, en algún momento, a los mencionados en párrafos anteriores, no les tocó lidiar con algún que otro paquete, pero ubicarlos como corderitos en fila para que los despache uno a uno para que, su supuesta fama se agrande, repito, es patético. 

Estoy consciente de que ‘Canelo’ Álvarez no está solo en esta faena. En un principio estuvo Óscar de la Hoya, al que aparentemente echó de su lado; también su asesor y entrenador Eddy Reynoso, y un sinfín de latosos  comentaristas que, por defender a la RAZA, no les importa tirarse de panza contra el suelo para que éste pueda pasar sin necesidad de pisar el pavimento. 

Ah, y no hay que olvidar a las llamadas principales entidades internacionales de boxeo, el Consejo Mundial (CMB) y la Asociación (AMB), que por más brillantez y colorido que les pongan a sus cinturones, han demostrado hasta la saciedad que solo están para lograr una parte del pastel a través de sus sanciones. 

Para esto, no les importa si el campeón defiende su faja con un aficionado sacado de las tribunas, como aconteció hace algunos años, ante un retador recién salido del Covid-19 o que haya estado inactivo. El detalle es poder encaramarse en el cuadrilátero y hacer ‘taquilla’ y, claro, cobrar la sanción. 

Otro ejemplo. El monarca nicaragüense Román ‘Chocolatito’ González está haciendo su propia historia y, sin duda, una vez culmine su carrera, será ubicado entre los más grandes púgiles que ha dado Latinoamérica. 

Pero de eso, a tratar de ser el mejor nicaragüense de todos los tiempos, por encima del ‘Flaco Explosivo’, son otros 500 pesos. No digo que no logre superarlo, pero estará en sus paisanos nicas y en la historia saber dónde al final lo ubican, pero aún no es tiempo para esa clasificación. 

La grandeza no se compra, no se logra con ‘me gusta’ o ‘likes’ de una herramienta de las redes sociales y, en el caso del boxeo mucho menos. Se gana en el ring, frente a rivales tan ‘rápidos y furiosos’ como él mismo.

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